sábado, 25 de junio de 2011

Do comment.

Bueno para mí algo está claro: la monarquía y la democracia son incompatibles. Quiero decir que ni siquiera me parecería bien que se preguntase a los ciudadanos si quieren o no monarquía. O si se les preguntase, que se hiciese cada cierto tiempo, y que cualquier ciudadano se pudiese presentar a monarca. Y que ese monarca estuviese sujeto a la crítica y a la oposición de los que representasen a los monarcas no elegidos. Quizá entonces me parecería más justo que se preguntase a los ciudadanos, pero ya no sería una monarquía, sería un absurdo. Por eso mismo, porque la democracia y la monarquía son incompatibles y su convivencia sólo es fruto de la aceptación de un absurdo que no supera un análisis crítico.

No creo que se pueda hacer votar a la ciudadanía si están de acuerdo con mantener un cargo público vitalicio, hereditario y por lo tanto, exclusivo a una familia. Es como asumir que es justo que un trabajador no disfrute de las medidas de seguridad que estipula la ley porque simplemente le parece bien y ha aceptado de buen gusto hacerlo porque cree que eso le beneficia.

La monarquía es la institución que más representa la desigualdad  y el mal reparto de la riqueza común.
 Se basa en unos principios imposibles de defender desde un punto de vista democráticamente moderno. No importa lo que yo crea sobre el papel de Juan Carlos Borbón en la transición y en el golpe de estado de 1981, no quiero entrar en eso porque es desviarse. Pero vamos a aceptar el supuesto de que que fue tan decisivo como imprescindible para dejar atrás la dictadura: sigo pensando que es injusto premiar su aportación con un cargo vitalicio, a él y a sus descendientes, quienes no tuvieron nada que ver en el proceso. Sigo pensando que si su intervención contribuyó a evitar un retroceso democrático, no estaba haciendo más que cumplir con su obligación, como cumplieron muchos otros a los que no se premió con un cargo vitalicio y hereditario, porque hubiese sido absurdo. Pero en su caso no, claro. U oscuro.