domingo, 2 de octubre de 2011

No del todo

Cuando era un niño pequeño y había tormenta, mis hermanas mayores me decían que eran los angelitos jugando a los bolos. No sé de dónde se sacaron esa idea, igual un día me acuerdo en su presencia y les pregunto, pero está claro que era una historia para hacer gracioso y amable un fenómeno que podía dar miedo a un niño pequeño como yo. 
La verdad es que no recuerdo si tenía miedo de las tormentas, ni de cuándo aprendí lo que era un rayo (el trueno sí que recuerdo cuándo y cómo aprendí lo que es), pero sí recuerdo que en el primero de mis dos últimos años como estudiante, hablando en clase de seguridad eléctrica, a una pregunta del profesor respondí que el rayo se produce (entre otras cosas) cuando el aire se convierte en conductor. Recuerdo las caras del resto de mi clase volviéndose hacia mí con la preplejidad de quien se pregunta cómo alguien puede saber algo como eso. 


Yo creo, sin embargo, que mayor perplejidad era la mía: ¿cómo ni uno, de entre veinte tíos que han estudiado un bachillerato científico - tecnológico no es que no sepa sino es que no se ha preguntado nunca qué cojones es un rayo? ¡Me kagüen la hostia negra! Llevas entre dos y tres décadas vivo dentro de esta atmósfera que a veces se comporta de manera tan curiosa y ¿nunca te ha dado por preguntarte que eso qué es lo que es?
Yo no lo comprendo del todo. Yo tengo dudas, yo siento la intriga y la curiosidad, y también intento comprender cómo hay gente que no intenta comprender.