miércoles, 15 de agosto de 2012

¿Cada uno lo que se merece?

Millones de personas que viven horribles vidas, estoy seguro de que desean con vehemencia estar mejor, pero simplemente no pueden. Hace mucho que desconfío del "querer es poder" porque me parece que justifica que quien no puede es por que no quiere y que cada cual tiene lo que se merece.


Cuando leí los libros de Brian Weiss sobre la reencarnación, no  había llegado al grado de convencimiento actual que tengo sobre lo positivo y liberador que es el pensamiento crítico, sin embargo, mientras lo leía, no podía dejar de pensar en las innumerables vidas tristes de inocentes que, según el libro, estaban dentro de una especie de plan superior (y por supuesto, a simple vista, pero sólo a simple vista, perfectamente precioso, bonito, inspirador) y en algún momento de ese ciclo serían recompensados. 

Nuestra cultura no es dada a creer en la reencarnación más allá de la de Jesús. Pero sí es propensa a creer en una justicia superior y sobrenatural que actúa en vida o tras la muerte y "pone a cada uno en su sitio".


Como ya he dicho, incluso cuando no vivía intelectualmente liberado por el hecho de cuestionarme hasta mis más profundas y queridas creencias, ya este tipo de posturas me hacían sentir incómodo. Consciente de que eran adoptadas por buenas personas y de buena fe, ya intuía que eran mecanismos muy cómodos para mantener nuestro espíritu rebelde apaciguado, neutralizado o directamente inexistente. 

Si mis repentinas fases de arrepentimiento sobre lo que escribo y la total certeza de que lo que escribo es pura basura que las caracteriza no me llevasen al extremo de destruir lo escrito por completo, podría reseñar un artículo que publiqué en mi primer "El irunés indignado", que fue la primera parte ya eliminada de este mismo blog, donde describía cómo me desagradaban esas típicas frases de "¿sabiduría popular?" que más bien me parecían de "sabiduría servil", tipo 'lo bueno, si breve, dos veces bueno', o 'el dinero no da la felicidad'.




A veces me pregunto a mí mismo -qué raro, yo haciendo eso- si podría considerarme un ateo militante. Ateo soy, por la simple razón de que no encuentro evidencias que me hagan creer en nada sobrenatural, y militante, añadido a lo demás, porque pienso positivamente que las ideas religiosas son especialmente venenosas para la libertad mental, y entre los innumerables ejemplos y aspectos que se me ocurren, el del triunfo de un bien supremo haciendo justicia y quitándonos nuestra propia responsabilidad e implicación en los actos que cometemos o que otros cometen, que es de lo que he estado hablando hasta ahora, me parece una terrible manera de infiltrarse en nuestra azotea para esclavizarla en una especie de "onanismo intelectual".

Como persona de inquietud política que soy, veo con mucha preocupación cómo las ideas religiosas van penetrando en los ideales de la izquierda, que por esa especie de correctísima cobardía que a veces nos caracteriza a los izquierdos, no nos atrevemos a criticar. Se supone que nuestras son esas victorias sobre demasiados siglos de oscurantismo y dominación intelectual -tan ominosa, cuanto menos, como la corporal-. Se supone que son los nuestros los que un día se empezaron a preguntar por qué alguien debía estar por encima de alguien sustentándose en ideas superiores a esos alguien. Se supone que nuestras son las victorias sobre la libertad que proporciona la educación, laica a poder ser.

Veo con preocupación y con tristeza cómo gente de bien, mi gente, se indigna ante la pasividad e indiferencia de una gran mayoría acobardada por las amenazas de los poderosos acomodando sus conciencias a una mentalidad de esclavo, mientras ellos mismos son incapaces de concebir lo importante de una lucha contra otro tipo de esclavitud mental que les involucra, pues a mi juicio, aceptar ciertas ideas por fe, ya sea por buena fe o por atractivas, pero por nada más, hace que la capacidad crítica  de uno quede expuesta por una importante brecha por la que pueden empezar a penetrar ideas más peligrosas y dañinas.


El postmodernismo y la "New Age" nos han vuelto a revender los tópicos típicos de "hombre blanco malo, tradición oriental chachi". Han sabido encontrar en nuestro infantil intelecto pequeñoburgués a esos niños mimados que desprecian su bienestar y que prefieren cualquier otra cosa negando en su obcecación incluso todo lo negativo que esa otra cosa pueda tener, entre otras razones, porque cómodamente, no les toca vivirla de verdad.

viernes, 3 de agosto de 2012

Siniestra pusilanimidad

Alguna vez he oído justificarse a alguno por ver, oír, o leer los medios de la derecha y la ultraderecha. Seguro que sabéis de qué hablo. Que si hay que escuchar a todos, que si es interesante ver su punto de vista, que si le dan caña a los jueces... ¿Por qué será, sin embargo, que no suelen tener ese interés por medios de izquierda o izquierda extrema?


¿Por qué nos cuesta menos, en general, aceptar los excesos de la ultraderecha que los de la izquierda extrema?


¿Por qué será que los votantes de izquierda son mucho más críticos y severos con sus representantes? ¿Por qué los obreros están tan enfadados con los sindicatos? 


Supongo que la fuerza de costumbre. Es difícil estar todo el día alerta, y eso que tengas la intención.




Nos obligamos a ser moderados y comedidos en nuestro discurso, cuando el suyo es tan radical. Son ellos los que visten de uniforme a miles  de personas y las mandan por ahí a llevar a cabo sus delirios, los que encarcelan, los que contaminan, los que acaparan, los que se autodeclaran autoridad, los que se ponen como modelo moral.


Yo no les respeto porque no son dignos de mi respeto, no son respetables.