viernes, 1 de noviembre de 2013

Lo que no se puede, lo que yo no puedo y lo que se puede

    Ser crítico pero solo con lo que no te gusta. Eso lo hace cualquiera; un fanático, un conservador, un ignorante... eso es ser crítico a medias, que es lo mismo que no serlo. A todos nos disgustan muchas cosas, y en cierto modo sabemos por qué. Pero además descubrir y encontrar el error o la mentira en las palabras que nos reconfortan, en las ideas que nos atraen, en los discursos que nos inspiran... he ahí el reto y la dificultad.
   
    Reivindicar la justicia solo cuando su peso cae hacia el contrario. Exactamente por las mismas razones que lo anterior. Desde indignarse cuando se ve a alguien usando el móvil al volante pero ser indulgente con las tajadas con las que un amiguete conduce a veces, hasta lamentarse por el maltrato a los compañeros pero desear muerte y dolor para gente de otros ideales.

    Tener la mente abierta pero solo para la entrada, no para la salida. Si puedes adaptarte a lo nuevo, a los cambios, pero no puedes deshacerte de las ideas antiguas, que ya no valen, que no se sustentan, no haces, de nuevo, nada especial. Otra vez donde hay aliciente es en superar el miedo a abandonar aquello a lo que por reconfortante uno se aferra. Lo difícil es cuestionarse la validez o veracidad de las propias ideas, y convencerse mediante la superación de la duda planteada, no mediante la adaptación de la idea a nuestro gusto previo.






    Ser progresista y apelar a la bondad de la ignorancia y la utilidad tranquilizadora de la superstición.

    Amar la naturaleza como si fuera un tontorrón cuento de hadas en vez de un frágil equilibrio de fuerzas donde la lucha despiadada por sobrevivir a costa de matar es constante. No por ello dejar de sentir triste empatía por las presas, los parasitados, los enfermos, los que ven de cerca su fin.

    Ser feminista y simpatizar con el catolicismo, el budismo, el islam... y tantas otras formas obsoletas de ver la vida en que las mujeres aún no tienen el justo lugar que les corresponde.

    Ser progresista y simpatizar con la tradición inmutable.

    Ser progresista y tener miedo de experimentar lo nuevo, y con una cobardía irracional, nunca estar satisfecho con las pruebas a su favor.

    Ser progresista y buscar conductas en otros con el fin de odiarlos.

    Ser progresista y pensar que unas fábulas escritas por un pueblo primitivo en la edad de bronce y antigua, cuando las libertades sociales y los derechos humanos ni estaban ni se los esperaba, tienen algo que aportar más allá que el conocimiento histórico de un tiempo pasado y una organización social y moral superada mucho tiempo atrás, afortunadamente.






    Muchos seres vivos viven matando. Como poco, cada animal. Ningún ser vivo de este planeta, de poder planteárselo, sería tan tonto como para mortificarse por haber tenido la suerte de vivir bien. Todos buscan su bienestar y su mejora, sin tener en cuenta las consecuencias, sin importarles el resto, es más, aprovechándose del resto para conseguir un máximo de alimento, protección, y con ello descendencia, con el mínimo esfuerzo posible.
    Sólo el ser humano, que yo sepa, está dotado de inteligencia para comprender los límites seguros de su éxito como especie y actuar en consecuencia. Por esto, si se quiere mantener una prosperidad, sólo se puede apelar a su naturaleza más humana y racional.