domingo, 3 de abril de 2016

Artificialmente

    Casi siempre duermo muy bien, tengo la conciencia tranquila. Duermo bien incluso ahora que a veces me toca hacerlo por la mañana con tapones para los oídos porque mis ventanas son de mucho antes de la popularización del puente térmico y de su aislamiento acústico, muy a pesar del monstruo de las galletas. 

    Pero cuando me despierto a veces no me queda más remedio que seguir soñando sin estar dormido. Y muchas veces sueño que soy natural. Que soy un natural. 

    Entonces...

    Puedo hacerme entender. Puedo ver el núcleo del sol y la luz que allí crea su horno termonuclear un millón de años antes de que venza a la gravedad y escape al espacio, y puedo viajar con ella. Y me puedo sentar en una cavidad de Plutón. Puedo volar como un halcón para caer en picado convertido en pez espada y bajar a las profundidades abisales. Puedo impedir lo que yo considero malo. Y puedo arreglar lo que considero roto.
    Puedo hacer todo lo que mi natural imaginación me deja. Puedo ser naturaleza y no sólo una parte.



    Yo he visitado algunos santuarios de los más antiguos que quedan. Y me he dado cuenta de que ni haciendo extras y yendo a particular podría alcanzar a los antiguos, sobre todo porque no puedo atravesar esas puertas que dibujaron para penetrar la roca. Entonces tengo que imaginarme ser natural y viajar al pasado y así poder traspasarlas con ellos. Porque yo he sido el pasado y he visto las pavesas subir arremolinándose incomprensiblemente desde debajo de la hoja a la que mis seis patas con extremos en forma de gancho me han aferrado.


Y encontrar todas las preguntas.


    A veces también sueño con ser sobrenatural pero mucho más a menudo natural. El natural es más fuerte y gana.




    Y ganará.






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