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Pulsamos el botón rojo y sentimos una nueva sensación. Unos cosquilleos que suben desde los pies a la cabeza y que se dirigen a los músculos de la boca y los labios hasta hacerte sonreír. La causa era que ¡el planeta era nuestro! Bajamos al planeta en busca de vida, seres de los que ahora seríamos dueños.
Sólo plantas pobres. Musgos rojos, raros y hierbas altas, pero secas y escasas. La parte donde bajamos era un desierto. Arena en abundancia y piedras, que tarde o temprano explotarían para producir más arena. Subimos a la nave X.J.18 para darnos unas órbitas por el planeta, a ver si encontrábamos alguna zona rica en vegetales. De repente, el radar de la nave detectó algo que se movía. Lo seguimos hasta dar con él. Bajamos y vimos una gran roca, de la que salió una mano metálica que poseía una pistola láser.
El dueño de la misteriosa mano no dudó en apretar el botón de la pistola, de la cual salió un potente rayo láser que se dirigía hacia nosotros. Por suerte dio a otra roca que había detrás de nosotros.
Éramos rápidos con la pistola y con un tiro certero dimos al robot. Sin daño alguno éste empezó a andar dirigiéndose a una pequeña nave.
Nosotros subimos a X.J.18, pero en vez de ponerla en marcha, cogimos la nave auxiliar para perseguir al robot. La persecución duró varias horas hasta perderlo. Volvimos a nuestra nave X.J.18 y subimos para seguir intentando encontrar algún animal. Sólo encontramos un río, del cual surgió el robot con ganas de matarnos, sacó su pistola, nosotros también, pero él fue más rápido, sólo quedó el radar de la nave... En fin, un final feliz.
Ve a la página 1 y
vuelve a empezar.
vuelve a empezar.
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Cuando llegamos a la Tierra, fuimos a contar la historia a todos nuestros amigos, pero éstos no se lo creyeron. Al no creérselo, montamos en la nave X.J.18 y volvimos. Íbamos para recuperar el mando a distancia, esto iba a ser muy difícil porque el pasar por todos los humanoides que había era más difícil que ver a las ranas afeitarse. Entonces apretamos el botón que expulsaba gas húmedo y con eso tranquilizamos a todos y logramos dormirlos.
Teniendo el suficiente tiempo para recuperar el mando, por el camino volvimos a pulsar el botón azul y cuando los humanoides despertaron, les pedimos que encarcelaran al robot que intentó matarnos.
Así transcurrieron los años... pero el robot no apareció y para nosotros nada cambió. Todos los días apuntábamos en un diario lo que nos pasaba. Nuestras camas eran muy cómodas y apetecibles, tenían colchones de agua, y a la vez nos salvaban de cualquier peligro.
Todas las noches hablábamos del botón rojo, y decidimos pulsarlo.
Si quieres seguir, pasa a la
página 5 y si quieres apretar
el botón rojo, pasa a la página 7.
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Nos sentíamos orgullosos de aquel día, porque ese día y siempre el planeta sería nuestro, y los de la Tierra no se lo creerían.
Pasaron unos meses y mandamos a trabajar a los humanoides, nos fabricaron máquinas, ordenadores EPSON de la mayor calidad que existía, también nos fabricaron un aparato traduce-idiomas muy curioso, y todas estas cosas las guardamos en la nave X.J.18. Para la nave nos dieron un triángulo de cristal lleno de mecanismos que no había en la Tierra, que era muy bonito para adornar.
Al cabo de dos años nos aburrimos y decidimos regresar unos meses a la Tierra, llevando con nosotros un montón de mecanismos. Pasó un mes y oímos una gran explosión, y en nuestra terraza cayeron el mando a distancia y un cacho de acero del planeta. Descubrimos que algo malo le había pasado al planeta.
Si quieres seguir esta
interesante historia, pasa
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