Hoy he oído a unas personas hablar sobre un taller de mecanizado. Decían que el dueño, un viejo de setenta y pico años, andaba todo el día por ahí. Dando por saco a todo el mundo, al parecer.
También hoy, me ha contado una persona la situación de su cuñado. Tras muchos años en la misma máquina pequeña de electroerosión, ha pasado, a sus cincuenta y muchos, a otro taller, a mover piezas grandes y a rebabarlas. Lo que le asusta y se le hace cuesta arriba, más de lo que quisiera —no podía ser de otro modo, claro—.
Las primeras personas hablaban de ese tipo de talleres en tono divertido, hilarante. La segunda persona, me contaba lo de su familiar como mala suerte.
Ah, los puntos de vista.
Me he acordado de mi paso por esos talleres viejos, sucios, desordenados, mal iluminados, fríos en invierno... Con dueños déspotas llevándolos. Gente con menos conocimientos que yo y que me discutieron y me abroncaron a pesar de no cometer yo errores y hacer bien mi trabajo. Lugares desagradables de ambiente humano triste e inhóspito a los que no quería ir y donde no quería estar, e iba y estaba buena parte del día. Ganando mi sustento.
Me he acordado de los compañeros que tuve durante años y a quienes apreciaba, y que quedaron en la calle a los cincuenta y pico después de muchos, tantos años como magníficos trabajadores. Que ya no han vuelto a tener estabilidad. Sólo precariedad, con trabajo temporal, promesas incumplidas y soportando al empresariado habitual, ese mayormente compuesto por canallas pagados de sí mismos.
La religiosidad no está reñida con la industrialización |
El sistema capitalista salvaje que tritura trabajadores valiosos, responsables y experimentados. Que los excluye, que destroza su salud, que los sustituye antes de tiempo por gente menos responsable, más inexperta, pero que cobra menos y es más fácil mangonear. Estrategias loose-loose, creo que las llaman los estúpidos que cruzan los brazos, sonrientes en sus fotos de perfil, en esa esfera digital donde ser un sociópata (muy orientado y mucho orientado al cliente) es todo un orgullo de eficiencia autocacareada.
Las contradicciones del capitalismo, identifican los estudiosos de esos ciclos económicos. De un sistema enfermo que encadena crisis más agudas cada ocasión para mantener una mentira insostenible.
Aguante, clase obrera. La mía. Los míos.
¡Salud, compañeros!
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