Cuando venga un equipo de arqueología muy sofisticado de dentro de tres milenios al barrio donde crecí y con su máquina de rastreo de coordenadas espaciotemporales pueda ver una instantánea de unos chavales de mediados de los ochenta del siglo XX jugando a baloncesto, posiblemente por tratarse de personas provenientes del post-colapso donde casi toda la información histórica se perderá, pensarán que en esa esquina del Golfo de Bizkaia que entonces debía de quedar a varios kilómetros de la costa vivió un grupo de personas estadounidense. Los indicios culturales, pruebas irrefutables, les llevarán a esa conclusión.
Escribo esto mientras en mi mente suena el superochentero Tema de Crockett de Jan Hammer. No soy nostálgico y no sé si es mi modo de ser genuino o me han hecho ser así. Tan confundido ando a veces. Aunque creo que nunca he sido nostálgico. Berdin dio.
Bueno. De todos modos, a diferencia de otras muchas entradas, ésta no voy a ilustrarla con ninguna imagen más que la que puedas formar en tu mente si sabes de qué tema musical he hablado antes. No voy a ilustrarla con ninguna foto porque esta vez quiero sentir que formo parte del resto de seres vivos, antepasados o coetáneos, que nadie recuerda o que pronto nadie recordará.
Hoy me apetece reivindicar el derecho al olvido. Tanto a olvidar como a ser olvidado.