Esta no es mi última palabra.

Sé que contiene errores, pero me da pereza corregirlos. Esta no es mi última palabra.

sábado, 11 de octubre de 2025

Gestión de (fenotípicas) extensiones

 La vida. Sin querer definirla ni describirla exhaustivamente. Sólo mencionar un atributo. Un conjunto de moléculas basadas estructuralmente en la química del carbono y el resto de los CHONPS. Moléculas autorreplicantes que, como jugadoras de un videojuego hardcore, tienen como requisito principal para continuar autorreplicándose no dejar de hacerlo. La vida que conocemos no tiene otra oportunidad si falla... y aquí está, manteniéndose en la dura y potencialmente partida del videojuego, sosteniéndose ininterrumpidamente desde hace eones geológicos.

 Pensar en la vida es un reto extraterrestre a veces. Pensar en cómo una planta atrapa y usa la energía del sol para transformar una fracción del aire en sí misma. En madera, por ejemplo. Esa sustancia hecha de aire, agua y sol. O en flor, por poner otro ejemplo. Aire y sol hechos flor, flor y moléculas volátiles. Moléculas que se dispersan en el aire al que pertenecieron y al que, ahora transformadas en aromas, se devuelven.

 Y después, viene un insecto atraído por ese aroma a por el polen y el néctar. Un terrícola convertido momentáneamente en extraterrestre para observar, ve esto y lo relaciona a la necesidad de mantenerse en la partida.

 

 Pero si vuelve a poner los pies en la Tierra después de desembarcar de su nave propulsada por nihilismo, piensa:

 

 Ai na vedui, Dúnadan. Mae g'ovannen!

 A ver, sencillamente... ¿Pero quién no se ha abandonado alguna vez al placer? 

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