Una verdadera eternidad antes de nosotros sin haber existido. Una absoluta eternidad tras de nosotros después de nuestra existencia. Y una vida efímera en medio de esa eternidad. Sin pasado, un abrir y cerrar de ojos, sin futuro.
Todos los fantasmas de todos los cuentos que me han contado eran espíritus del pasado aferrándose a una existencia presente. ¿Quién puso las reglas de la existencia de los fantasmas? ¿No pueden ser los fantasmas del pasado los seres que viven en el presente? ¿No nos pudieron percibir a los vivos del presente, en el pasado, como espíritus que creímos e hicimos como que estuvimos vivos aunque nos faltase para que eso ocurriera? ¿Que seamos ahora los fantasmas que sintieron antaño? ¿Que, por tanto, los fantasmas de ahora sean los vivos del futuro?
¿Y por qué no, mejor, fantasmas vivos en el presente vivo? ¿Acaso carecemos de espíritu o tiene que ser liberado del cuerpo para afantasmarse? ¿Quién dijo que tiene que ser así? Porque: ¿y si sólo hay el presente y lo demás son cuentos?
Cuentos contados para dormirnos o para que no durmamos.
Hacer el esfuerzo de imaginar que la realidad es real. Sin alma, ni sobrenatural inmortal... ni un mortal Yo natural. La mayoría lo rehuye, ¿sabes? El esfuerzo de imaginarse eso. Y, bueno, contando con que se posea siquiera la capacidad y el conocimiento para planteárselo.
¿Tú puedes imaginártelo? ¿Que sólo lo real es real? Que no hay magia, no hay más allá, no hay Voluntad, no hay Agencia.
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No hay luz que ilumine si un ojo no la hace visible |
Un nuestro último día; alguien lo vivirá. Definitivamente, el final. La desaparición completa de la vida y con ella, cualquier posibilidad de recuerdo. El eterno olvido. Cuando dé igual que una vez algo pudo ser recordado porque ya no quede la posibilidad de hacerlo y entonces sea como si nunca se hubiera podido.
Nos resistimos con furia a esa idea. Que nuestra existencia es efímera. Que antes de nacer y después de morir... nada. Angustia porque todo acaba enseguida y no hay nada más y no da tiempo, no hay tiempo.
Si, por alguna casualidad, alguien afronta esta realidad de que la vida es única, breve y finita, parece que entonces le golpea la certeza de que no hay más remedio que, con toda determinación, esforzarse en hacer que merezca la pena.
Y luego lo frustrante de reconocer la incapacidad de conseguirlo, más que nada.
Máquinas moleculares, como quiera que sea, seres vivos. Seres humanos, en fin.
Seres humanos como fantasmas sorprendidos por la llegada de la luz del día que, justo apenas comprenden que existen, perplejos se desvanecen para siempre.
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